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ALTA LITERATURA

¿Qué pasa si digo la verdad? ¿Qué ocurre si cuento que no he podido terminar El mal de Montano de Enrique Vila-Matas (Anagrama, 2002; Seix Barral, 2012)? ¿En qué hoguera se me va a quemar si manifiesto que he llegado (aburrida) a la página 170 (son 334 en total) sólo porque se dice y se opina que se trata de una de las mejores novelas en castellano del siglo XXI, pero que a partir de ahí –me parecía una pérdida de tiempo continuar- me he cansado? ¿Me acusará alguien de ser incapaz (insensible) de apreciar la buena literatura si escribo que he dejado a medias a Vila- Matas para volver a leer El talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith? Hace casi 25 años desde la última vez… que leí esa maravillosa novela de la vieja gruñona.

Que por qué me puse yo a leer a Vila Matas, se preguntarán. Les explico:

El 26 de junio leí este interesante artículo de Vila-Matas en EL PAÍS (aquí). Utilizaba don Enrique un artículo reciente de Emmanuel Carrére en el suplemento de libros de Le Monde (aquí) para sacarse de la manga un criterio para clasificar a los autores, delimitar lo que es “arte y lo que es sólo mercancía”.

Acaba Vila-Matas concluyendo que la diferencia está en que:

1.- “El escritor (bueno) sabe que en una descripción bien hecha hay algo moral, (y tiene) la voluntad de decir lo que aún no ha sido dicho,… (Se trata de) autores, creo, en los que hay una búsqueda ética precisamente en su lucha por crear nuevas formas.”

2.- “Mientras que el escritor de best-sellers usa el lenguaje simplemente para obtener un efecto y aplica siempre la misma inmoral fórmula de camuflaje, de engaño al lector.”

Doy por sentado que Vila-Matas se considera a sí mismo incluido en el primer grupo. ¿Dónde está Patricia Highsmith según este criterio?

Hoy se respeta mucho a doña Patricia, pero no siempre fue así. Los libros de la escritora estadounidense están llenos de trampas, engaños y camuflaje. Continuamente se usa en ellos el lenguaje para obtener efectos.

¿Son las novelas de la Highsmith baja literatura y las de Vila-Mata “high literature”?

Me dirá uno de esos que se creen parte del grupo de iniciados, que la buena literatura no busca entretener como principal objetivo. Y estoy de acuerdo. Soy de las que piensa que los buenos libros deben llevarnos a replantearnos los grandes temas: el amor, Dios, la amistad, la muerte… Eso ocurre con la lectura de Dostoievski, Tolstoi o Flaubert. Pues les puedo decir que un personaje como Ripley me lleva a cuestionarme con mucha más profundidad sobre la condición humana que las pajas mentales de un “enfermo de literatura” y sus estúpidas y pedantes conversaciones con el feo Tongoy. Y si quiero saber algo de todos los escritores de los que habla (Frédéric Amiel, Salvador Dalí, André Gide, Virginia Woolf, Witold Gombrowicz, Franz Kafka, Katherine Mansfield, W. Somerset Maugham, Henri Michaux, Cesare Pavese, Fernando Pessoa, Sergio Pitol, Jules Renard, Paul Valéry) ya me compro yo sus diarios, oiga.

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Daniel Emilfork (actor que inspiró el personaje de Tongoy)

Y yo no quería… pero es que me caliento y… Todo esto viene de ese empeño inútil de querer clasificar a los escritores en dos categorías: artistas y tramposos. ¿Se han dado cuenta que a los lectores esa disquisición nos la trae floja? Quien se empeña en seguir con ese asunto de alta y baja literatura son los críticos (no tienen otra razón de ser) y los escritores. Pero no todos los escritores, sino un tipo especial. Sólo se preocupan de esto aquellos escritores que ante la falta de lectores para sus libros y ante la necesidad de dar satisfacción o alimento a su ego tienen que subirse a sí mismos al pedestal, al Parnaso. Y la mejor (o la única) manera de subir, en la mayoría de los casos, es hacer bajar a los otros, a los superventas.

Ya está bien, hombre, ya está bien. Piensen en los lectores, que ya estamos un poco hasta … ahí.

¿Es Enrique Vila-Matas un escritor sobrevalorado? No voy a dar mi opinión.

Quien quiera saber más de Patricia Highsmith, puede leer la gran biografía que le escribió recientemente Joan Schenkar y publicó CIRCE en castellano. (aquí)

Ah, se me olvidaba. En la primera edición (de 2012) que Seix Barral ha hecho de El mal de Montano hay faltas más propias de servidora que de un gran intelectual. Un ejemplo:

Pag. 89 (abajo):

He sacado un lápiz y una libreta y he apuntado la idea. “Ya sé que estás escribiendo ahí, estás lamentado que no te haya seguido el juego, pero deberías recordar que un escudero está obligado a devolver a su señor a la realidad, sobre todo si su señor tiene ínfulas de hidalgo”, me ha dicho.

Tongoy y el protagonista están el uno frente al otro, con lo que el primero ve claramente  que el segundo está escribiendo. Es por eso que el “que” señalado en negrita debería llevar acento.

En la primera edición de la última novela de Vila-Matas, Aire de Dylan, (Seix Barral, marzo 2012) también hay faltas de ortografía. Pero no me voy a levantar ahora para buscarlas.


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